Duke Nukem Forever PC Windows

Duken Nukem Forever ha pasado por casi de todo durante los 14 años que ha durado su desarrollo desde el primer anuncio del mismo, al igual que el estudio que originalmente se hizo responsable del mismo, 3D Realms, y aunque ningún juego, evidentemente, merece la pena tal espera, a Duke Nukem Forever no hay que mirarlo como un juego más. No sólo por su acción grosera y brutal sino por todo lo demás, así que más bien hay que considerarlo como un viejo amigo que ha estado ausente mucho tiempo y vuelve cuando menos se le espera.

Duke Nukem Forever es como su protagonista: algo no apto para espíritus sensibles. El juego empieza de modo brutal, soez y surrealista, en un arranque perfecto para un producto como éste: acción salvaje, sin concesiones, en que su protagonista se ríe de sí mismo. Un juego de acción inusual e inaudito hoy en día, con un diseño de la vieja escuela repleto de virtudes y defectos, un burdo sentido del humor e incorrección política.

Duke Nukem vive en Las Vegas tras los acontecimientos de Duke Nukem 3D y es un héroe a lo grande. Todo en la ciudad le hace referencia a él y a sus hazañas: el Duke Dome, los casinos, Duke Nukem el Musical… Y cuando es más feliz, llegan los alienígenas para invadir la Tierra, fastidiar a Duke y secuestrar a todas las chicas con oscuras intenciones. ¡Pero nadie toca a las chicas de Duke! En Duke Nukem Forever te encuentras un poco de todo: conducción, disparos, puzles, jefes finales, stripteases… Y para llevar todo esto a cabo, Duke cuenta con esteroides, cerveza, la visión de macho y el holoduke, sus «habilidades» y juguetes con los que disparar, atropellar, machacar, golpear y destrozar a los malditos extraterrestres.

Tomarse a Duke y a su guión en serio es un error, porque es, básicamente, un divertimento en estado puro, aunque la aparente sencillez de su diseño de acción oculta un juego estupendo. Hay que verlo también así con sus demenciales modos multijugador y, aunque no es ni mucho menos un juego genial, es una burrada con la que soltar carcajadas y disfrutar sin límites.