La pasada edición de la GDC 2014 ha sido, realmente, una GDC. Sí, sé que suena de Perogrullo –lo es, desde luego–, pero es que en los últimos años la Games Developers Conference parecía haberse convertido en una especie de E3 descafeinado, sólo que más cool. Ya sabes, algo así como un festival cinematográfico de Cannes frente a un Sitges, donde el primero parece más guay por no ser tan comercial, pero en el fondo lo que los fans queremos ver es acción, vísceras y pegar gritos.
A engine 3D revuelto, ganancia de desarrolladores
de ratones y juegos
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