La filtración del documento de diseño con el desarrollo para The Witcher 3 Wild Hunt ha sido una de las cuestiones que más atención y comentarios ha captado esta semana… En un primer momento, por la gravedad del hecho –al final la cosa no ha sido para tanto en términos de magnitud– y luego, por lo ridículo del asunto. ¿Estamos ante un hackeo o ante una gruesa gamberrada?
Captar una atención masiva del público y de los medios implica estos riesgos, sí… ¿Pero, quién puede sentirse tentado de tales acciones? ¿Cuál es la motivación? La del hacker siempre ha sido una figura controvertida. Desde su origen, cuando el código informático comenzó a albergar valiosos intereses de compañías, gobiernos, sociedades y entes de más difícil definición, el hacker ha sido temido y admirado, perseguido y tentado… No en vano, el antecesor histórico con el que más se compara al hacker es el pirata de parche en el ojo y pata de palo. Los piratas del Siglo XVII podían adoptar el calificativo de corsarios dependiendo cuales fueran los intereses a los que comprometieran servir, aparte del suyo propio, claro. Y también, hoy, un hacker puede decidir prestar sus servicios por cuenta ajena. Si es bueno, ofertas no le van a faltar…
Pero antes de que tenga tal ocasión, dejémoslo en que un hacker es un experto en informática capaz de infiltrarse en redes protegidas, saltarse defensas informáticas, bloqueos y restricciones. El mismísimo Steve Wozniak hizo se apuntó varias hazañas en los 70, con el fin de hacer llamadas gratuitas… ¿Pero acaso responde esta definición el tipo que ha birlado el documento de diseño de The Witcher 3 de CD Projekt? A mí me parece que no. La primordial motivación para un hacker, en origen, no es la búsqueda de un botín como para los piratas, sino la de enfrentarse al desafío de superar defensas y barreras. De ahí procede el aura romántica, de resistencia a las normas, que en otros tiempos ha envuelto al hacker y que ha impulsado a muchos informáticos para mejorar sus conocimientos y habilidades. La figura del hacker ha inspirado novelas, películas y videojuegos… Watch Dogs y Clandestine son dos recientes ejemplos.
Reconozcamos que, aunque los hackers pueden ser un gran incordio, –incluso para intereses de lo más legítimo– resultaría mucho más inquietante que no existieran. En cierto modo, es un consuelo que los sistemas de seguridad de gobiernos, corporaciones y bancos, por citar algunos ejemplos, no sean totalmente inexpugnables. Además, del mismo modo que un depredador y su presa contribuyen recíprocamente a la evolución del otro, –estando obligadas ambas especies a adaptarse a los cambios para sobrevivir en un ecosistema– los sistemas de seguridad son también deudores de los hackers capaces de evidenciar sus fisuras.
No pretendo aquí reivindicar la figura del hacker, sino de distinguir al hábito del monje… Puede que los hábitos son todos parecidos, pero cada monje acarrea sus propios pecados. Y es que, no es tanto la actividad del hacker, sino el motivo para saltarse unas normas lo que más importa para juzgar un hecho. Un hacker puede convertirse en un Robin Hood, un Lazarillo de Tormes, un Dr. Calabera o un ocioso tontaina, dependiendo de qué defensas quiera burlar.
Ahora bien, servirse de un descuido en una cuenta de Google Drive, –que es lo que parece que ha pasado con el documento de The Witcher 3– no parece que diga mucho de las habilidades de hackeo de su autor… Yo, amigos, no soy un experto, pero vamos a conceder que tiene un cierto mérito por la picaresca de aprovechar la ocasión. En tal caso, si la motivación fuera la del desafío, (ya descartada) podría haber tenido, fácilmente, un fin muy constructivo y obvio: señalarle a CD Projekt RED y a Google Drive el fallo en la seguridad. Pero el «hacker» ha preferido colgar el contenido en la red. Además, que sepamos hasta ahora, anónimamente, claro… Lo que hace aún más absurdo el asunto si es la vanidad y el afán de notoriedad lo que se busca. Bueno, bien, más vale que se mantenga ahí, oculto. No tanto por las repercusiones que pueda ocasionarle el hecho, sino por el papelón de aguafiestas cotilla que le colgaría… Aguafiestas porque, en última instancia, son los jugadores que pueden ver estropeada su experiencia con The Witcher 3 sin comerlo ni beberlo. También, por cierto, se han retratado los medios que distribuyen el contenido de la filtración, haciéndole el caldo gordo al hacker éste.
Mención aparte merece el hecho de que haya sido CD Projekt RED el objetivo del ataque, siendo una de las compañías que, hasta ahora, más se ha distinguido en sus compromisos con los jugadores. Eso sí, pese a que un descuido así le puede pasar a cualquiera, hay demasiado en juego y no estaría de más que revisasen sus protocolos de seguridad. Pero, aparte de esto, yo celebro que, como han declarado, «el ataque no vaya a influir, en modo alguno, al ciclo del desarrollo».
Descubrir secretos siempre es una tentación cuando se trata de una popular saga como la de Geralt de Rivia… Especialmente para nosotros los entusiastas. Y lo digo yo que, por mi parte, no soy especialmente sensible al «spoiler» y que además, –como dijo un amigo mío– «prefiero que me estropeen el final de una peli que el principio de una conversación». Pero volviendo a las consecuencias del asunto, desde luego, si algo tiene esta saga son cosas por descubrir. El que quiera atar cabos, explorar los matices de los personajes, ponerse a especular con posibles finales o con las continuaciones posibles para The Witcher 3 tiene nada menos que siete novelas, (más la octava en camino) y dos juegos para empezar. Como ejercicio intelectual a mí me parece muy saludable, y hasta inevitable, teniendo en cuenta la difusión de la saga. Pero de otro modo, allá cada cual si quiere aguarse la fiesta así mismo desvelándose prematuramente detalles de la trama y de los posibles finales. ¡Y ay de aquél que se atreva a estropearme a mí el juego! ¡Se la carga!