El DRM de Xbox One se ha convertido en objeto de mofa por parte de Sony, pero yo no le veo la gracia a algo que ya hemos adoptado, gracias a Valve, Blizzard, EA y todos los que lo han hecho suyo en el mundo del PC. Aceptamos las condiciones, nos cuesta, pero los que vamos por delante siempre, también lo hemos hecho en esto del estar conectados para poder jugar.
Que me cuenten lo malo que es el DRM y la conexión permanente es algo que agradezco cada día. Lo leo en comunicados oficiales, en presentaciones internacionales, en periódicos de tirada nacional y en la radio. Hasta en los aseos de los chiringuitos playeros. Mi madre me lo cuenta cuando vuelve del pueblo, porque ha escuchado que la nueva Xbox es peor que la que tengo, que lo han dicho en su tertulia radiofónica favorita. Seguiré dando las gracias por la información hasta que deje de serlo. Eso sí, a ver cuánto tardan en sacar otro tema, porque este ya se repite mucho.
Hace unos años, cuando llegaban las películas en HD a las consolas y ordenadores, que no a los reproductores de toda la vida, me puse al día sobre el tema. Me tocaban la moral esas conexiónes que no me dejaban ver películas en mi viejo monitor TFT. También la «protección» que bajaba la resolución de todo lo que reproducía en el PC, cuando lo mandaba a la pantalla. Ese DRM que no especificaban cuando vendían los monitores. Solo unos pocos nos enteramos de lo que sucedía. Pero ahí estaba. Ni siquiera podía capturar desde una PS3 en HD, por digital, tenía que hacerlo por componentes. Aunque esto me pasó cuando ya sabía de qué iba la película.
La necesidad de estar conectados a Internet para jugar a Diablo 3 también nos hizo protestar por el DRM. Pero Blizzard son muy zorros en esto. Tienen las tablas que le han faltado a Microsoft a la hora de manejar el asunto y, ellos, mantienen la máxima de Don’t feed the troll. También parecen tener el tacto que le faltó a Sony a la hora de atacar a su competencia. Aunque, admitámoslo, no son tiempos de andarse con remilgos y el primero que golpea lo hace más fuerte.
A todo esto, como erróneamente decían en una de Star Trek, «la resistencia es futil». Al igual que todo cuanto hemos visto primero en el PC, el DRM está aquí para quedarse. Lo hemos sufrido con los Securom, Rootkits y compañía. Hemos sido, por millonésima vez, sujetos de experimentación a lo GladOS. Lo seremos durante años, porque aguantamos todo lo que nos echen y seguimos fieles, aunque nos tengamos que hacer a pantallas táctiles e interfaces por gestos. Así que a armarnos de paciencia y veamos cómo se pelean los de las consolas. Los que, otra vez, parecen descubrir un mundo nuevo que no lo es. Quizá sea la última vez que les pase, porque dicen que después de PS4 y Xbox One no habrá más. Observemos la situación, a ver cómo vuelven a cometer los errores del pasado y consiguen una solución para todos, PC, consolas, televisores, coches y neveras. Veámoslo desde la barrera, mientras se pelean al estilo Fight Club.
Para terminar, solo por poner una experiencia reciente con lo que es ahora el DRM más agresivo, te voy a contar lo que me pasó tras 12 horas de partida en SimCity. Y dirás, ¿qué hace este animal jugando tanto tiempo seguido a un juego, en lugar de salir a tomar el aire, ver a su familia, relacionarse con humanos y comprar el pan? Tranquilo, es un SimCity, está hecho para que no haga falta mirar la pantalla todo el rato. Después de tener una ciudad que era la envidia de mi vecindario, junto a otros que llevaban el mismo o más tiempo con sus proyectos. Tras sentir que ni Godzilla, los meteoritos o las siete plagas juntas me harían cosquillas, apareció el mensaje fatal. Ese de «Conexión perdida con el servidor».
A lo mejor desde EA me vieron la cara, el Sol que entraba por la ventana y que la piscina tenía el agua en su punto. Creo que lo hicieron por mi bien. Pero también hubo otro detalle para agradecer. Hoy, al volver a mi ciudad, tenía algunos créditos más que gastar y todo estaba en su sitio. Cosas de la nube, que mientras exista, todo se queda ahí hasta que vuelvo a necesitarlo. Lo hará mientras haya cielos digitales con los que soñemos como corderos. Pero, para llegar a esto, ¿qué hemos dejado por el camino? ¿Quizá hayamos perdido algo más que nuestra libertad? ¿Cómo has empezado tú a amar el DRM y has dejado de preocuparte?